sábado, 13 de junio de 2015










                                    ESO DEL AMOR III




                     Seis años hacia desde que  quedo postrado para siempre. Los sentidos mermados de cuello para abajo y esa sensación perenne de angustia mezclada con la siempre reconfortante idea de abandonar este mundo, triste esperanza del que esta convencido de que la historia de su vida finalizo de forma grotesca el día del accidente, pasando páginas en blanco  desde entonces. Hacia varias horas que estaba despierto y con la mirada fija en la ventana vio como despertaba el día que en este caso era radiante, nada en especial para él, calcado a cualquier otro del año.

                      Por la puerta de la habitación y un poco apurada por las faenas cotidianas entro ella. Tras darle los buenos días empezó la rutina diaria del aseo personal. La parte final era la más esperada. Sus manos se deslizaban por la única parte de su cuerpo donde podía sentirla, su calidez, las caricias que de forma intencionada ella le dejaba tras afeitarlo, él casi avergonzado de ese momento de dicha se forzaba por no mostrar cuanto le gustaba. Ese momento donde apenas hablaban, solo cosas sin transcendencia, su momento.

                      Casi había terminado y  girando los ojos la contemplaba en silencio mientras ordenaba todo un poco. Era aún una mujer hermosa, deseable, se preguntaba porque marchitaba su tiempo en sus cuidados. De cualquier manera hacia un tiempo que los inconvenientes de la carne no eran un problema para ella, desconocía su nombre, pero al parecer era capar de satisfacerla plenamente. Nada que reprochar si ella era feliz.

                     Al recoger  la palangana que uso para afeitarle rozo suavemente con su pecho su oreja. Ajena al disfrute ajeno se dispuso a marchar para seguir con sus cosas.

                    -¿Me quieres?- le dijo haciendo que se parase en mitad de la habitación.
             
                 - Mira no tengo el día, ¿sabes?, además no pienso regalarte los oídos- le contesto dando media vuelta.

                 Se encontraba otra vez solo con la mirada fija en el mismo cuadro que veía a diario desde hacia seis años, ella salio tan deprisa que no pudo ver su sonrisa de satisfacción, por dentro y muy a su pesar solo queda una esperanza, que el nuevo día comience.





miércoles, 3 de junio de 2015










                                         SENSACIONES.
                                    
                     

                                       



                        No las puedo ver pero están ahí en lo mas recóndito, aseverando lo que soy cuando creo no saber quien soy. Desalmado por la evidencia me enfrento a la nefasta revelación, como un espejo donde solo tienen cabida lo real, aquello que ignoro premeditadamente, camuflando su crudeza con colores artificiales de todas las tonalidades posibles, creando un escenario policromático de sensaciones, unas  amargas y otras placenteras, pero ninguna auténtica.


                      Me fascina su amplitud, mas allá de la vida temporal. Quisiera poder seguir su rastro para saber la verdad, tanto en un sentido como en otro, aunque se que me esta vetado por reglas que nunca comprenderé, pero si puedo imaginar. Mi hebra se deslío hace ya de la compleja madeja que a todos nos une, meciéndola unas veces el viento, enredada otras entre
hebras que ocupan el mismo espacio pero no siempre la misma finalidad, desplomada como el más pesado metal al abismo de la desesperanza, temerosa de ser sesgada antes de tiempo, antes de ser, antes de dejar de ser.


                          No puedo nombrarlas pues solo son el producto incompleto de mi intuición, o tal vez de mi necesidad de creer, poniendo a prueba mi cordura, mi sensatez. Las cosas, las que importan, se deslizan de forma contundente, pugnan por prevalecer sobre la febril imaginación, mientras el inmenso cosmos me recuerda mi levedad, terrible como la que penden sobre infinitos mundos.


                          ¡¡Déjalo ya!!, no lo intentes siquiera, me dice  aquello que pretendo. Predeterminada esta la lucha, fraguada donde los sueños terminan, quizá donde el niño descansa para siempre en prados mullidos de suave satén.